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20 de septiembre de 2015

Aun te sigo esperando

La lluvia empezó mas temprano de lo esperado, con su fría brisa que siempre la acompaña, suave y lúgubre, como una tarde triste y nublada de otoño, era como si el propio cielo supiera como me sentía y elevara una suplica ahogada en lagrimas de tristeza y melancolía.

Habían transcurrido solo 20 días y no podía creer que aquello estuviera ocurriendo, me lo esperaba, sí, debo reconocerlo, pero jamas pensé que ocurriría tan de repente y de esa forma, no entendía como pudo suceder, fue todo tan deprisa, tan inesperado, tan silencioso, fue todo lo que duro, apenas 20 días.


Aun recuerdo aquella tarde fría y serena en que la vi, yo iba caminando por la plaza de la ciudad, sin pensar en nada ni nadie, iba solo caminando por caminar, tratando de pasar el tiempo sin darme cuenta y así matar las horas de aburrimiento que en casa me hubieran esperado, fue así cuando al doblar una esquina me la cruce, iba toda alegre y sonriente; no recuerdo cuando fue la ultima vez que la había visto tan feliz, pero el encontrarla ese día en ese estado fue todo lo que necesite para sentirme feliz también; la salude y me saludo, nos miramos un momento sin pronunciar la mas mínima palabra, con un silencio poco común en ella, y yo que no podía formular ninguna palabra, embelesado por su rara belleza que siempre me fascino, era como si quisiera gritarle toda la emoción que sentía de verla después de tanto tiempo, gritarle que no había podido olvidarle, que aun me quemaba su recuerdo, que haría cualquier cosa por hacer que su sonrisa sea perpetua, infinita, y permanezca conmigo para siempre, sin embargo un breve y suave ¡Adiós!, me saco de mi mundo interior para contemplar como se alejaba nuevamente aquella figura delgada, grácil y entender el aterrador sentimiento de no volver a besar esos labios que en otros días soplaron vida dentro de mí.

Fue triste, aquel corto pero hermoso encuentro, pero pensé que esta era solo una de las tantas ocasiones en las que me la volvería a encontrar nuevamente por esas casualidades del destino, que volvería a verla y que quizás la próxima ves reuniría todo el valor que aquella tarde me falto para decirle todo lo que siento y esta ves no permitiría que nada se interponga, que podríamos construir nuestro propio mundo donde solo existiéramos los dos y que en el haríamos lo que se nos plazca, sin nada ni nadie que nos detenga, pero quien diría, que seria el mismo destino, cómplice de aquel fugaz encuentro, quien se encargaría de separarnos y esta ves para siempre.

Ahora, acompañado únicamente de mi soledad, estoy aquí frente a ella, pero ella no lo sabe, no me mira, no murmura, no sonríe, ni siquiera me oye, ahí tendida en la cama de hospital, no tiene conciencia de lo que ocurre alrededor, ni se entera del torbellino de pasión que me reclama a gritos el no haberle dicho nada aquella tarde, el no haberla retenido conmigo, si la hubiera detenido un instante mas, eso hubiera bastado, pero no, no me atreví a hacerlo, me quede en silencio e inmóvil, viendo simplemente como se me iba, como se alejaba y como aquella destartalada chatarra se acercaba por la calle contraria; Tarde fue mi reacción, pues aun en ese momento no pude moverme, ni pude gritar, solo me quede ahí pasmado sin hacer nada, observando todo y nada a la vez.

Jamas pude despedirme de ella, ni decirle lo que siento; ahora 20 días después de aquella trágica tarde, por fin me animo a decirle todo, a desnudar mi alma y descarnar mi corazón en un suave sollozo de esperanza, pero es en vano, ella ni siquiera puede oírme, tal vez 20 minutos antes hubiera bastado, pero jamas me atreví, como tampoco me atreví en aquella tarde, soy un pobre y maldito cobarde, pero basta de lamentarme ya nada puedo hacer, hace una semana que su cuerpo entro en ese lamentable estado que los médicos tristemente llaman "muerte cerebral", ya hace 20 minutos que la desconectaron, hace 5 minutos que esta muerta y yo aquí en la puerta de su habitación desde hace 20 días, muerto en vida aun la sigo esperando.


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